En este año de la Fe en el que nos encontramos es importante dialogar con el “nuevo ateísmo” para tender puentes, y uno de estos puede ser descubrir lo que es la Inteligencia Espiritual (IES).
Recordemos que entre los argumentos del ateísmo el más clásico y que pervive en nuestros días es el siguiente: La fe no es un conocimiento cierto, no tiene nada que ver con la ciencia, que es el verdadero conocimiento, demostrativo y racional, y la fe, por tanto, ha de ser desechada o superada. Mientras la ciencia se apoya en hechos verificables y establece posiciones demostradas, la fe religiosa se limita a hacer afirmaciones dogmáticas, basada en una autoridad, y ante las cuales la persona tiene que renunciar a toda verificación racional.
Se está dando prioridad aquí a la Inteligencia Racional (IR) que se mueve por argumentos lógicos y que es la capacidad que tenemos las personas de aprender y comprender. Se olvida que nuestra inteligencia tiene una triple dimensión: emotiva, racional y espiritual. Y si no se desarrollan estas tres dimensiones, la persona queda reducida, decapitada.
El año 1983, el doctor Howar Carner comenzó a difundir que no existe una sola manera de conocer y de relacionarse con el entorno, donde se identifica exclusivamente a la inteligencia con el Coeficiente Intelectual (CI) que las personas tenemos. Así decimos que una persona es más o menos inteligente según sea el número de su coeficiente intelectual. La (IR) tiene muchos seguidores, pues ofrece grandes avances técnicos y científicos, pero poca humanidad.
El año 1990, el psicólogo estadounidense Daniel Goleman puso de manifiesto que la estructura base del ser humano no es la razón sino la emoción. Primero somos seres de pasión, de empatía, y después seres de razón. Se estaba refiriendo a la Inteligencia Emocional (IE).
Nuestra inteligencia procede de una serie de intercambios entre los dos hemisferios del cerebro: El hemisferio izquierdo, parte consciente y sede de la (IR) y el hemisferio derecho, parte inconsciente y sede de la (IE). La síntesis de la información analizada se transfiere al cerebro derecho. Pero debemos tener en cuenta, que las vías de comunicación nerviosa son en el sentido siguiente: Primero la “emoción”, después el “razonamiento”, y no en el sentido contrario.
Finalmente, será el psiquiatra Robert Cloninger quien, el año 1994, dirá que la Inteligencia Espiritual (IES) es la que hace que el ser humano se trascienda, encuentre el sentido de lo sagrado y tenga comportamientos virtuosos que son exclusivamente humanos, como el perdón, la gratitud o la compasión.
Lo que se acepta por fe nunca se percibe como una perfecta conclusión racional porque no se razona a partir de evidencias, y en ese sentido la fe puede ser suprarracional, pero nunca podrá ser contrarracional o antirracional. Es un conocimiento razonable, es decir, conforme a la razón, y, por tanto, susceptible de ser razonado.
Antony Flew, considerado durante decenios como el principal representante del ateísmo filosófico anglosajón, investigando sobre el origen del universo, el origen de la vida y las leyes de la naturaleza, se dio cuenta que tenía que haber una Mente inteligente, llegando a aceptar racionalmente la existencia de Dios, que es el preámbulo decisivo para la fe.
Es en este momento cuando se puede dar, por la gracia del Espíritu Santo el encuentro con la divinidad, la iluminación de la fe en el seno de la Inteligencia Espiritual, que no se alimenta con palabras (IR), ni con emociones (IE), sino con el silencio hecho oración y contemplación y que se transforma en sabiduría, fruto del conocimiento espiritual, que nos capacita para descubrir lo que Dios espera de nosotros y discernir el camino para la realización de esta meta.
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