Francisco Rodríguez Barragán. Licenciado en Geografía, Historia y Derecho Análisis Digital
La reforma de la ley del aborto, que prepara el gobierno, está siendo atacada furiosamente por la oposición, ya que para el sedicente “progresismo” izquierdista, la que ellos impusieron debía ser intocable pues era nada menos que una especie de gloriosa conquista social, que anulaba la de despenalización del aborto, que ellos mismos legislaron, para proclamar el aborto como un nuevo derecho de la mujer, una especie de emancipación de la esclavitud de ser mujer, de ser madre.
Para los que creemos que desde el momento de la concepción existe una persona viva, única e irrepetible, cuyo desarrollo podemos observar, el aborto nos parece rechazable y, su proliferación, uno de los grandes males que aquejan a nuestra sociedad. Es curioso que para nuestra conciencia ecológica sean protegibles los huevos de cualquier especie y perseguidos los que los destruyan, mientras el embrión humano pueda ser eliminado sin problema.
Pero para que se produzca un embarazo es necesario el concurso de un hombre y una mujer, mientras que no se haga realidad la horrible pesadilla de Huxley y los niños se fabriquen en serie, en sofisticados laboratorios, cada niño concebido es portador de cuarenta y seis cromosomas, veintitrés del padre y veintitrés de la madre.
No deja de ser curioso que el poderoso movimiento feminista acepte la notable desigualdad de que el varón, que embaraza a una mujer, quede exento de toda obligación y molestia, mientras que es la mujer la que debe decidir si mata al concebido o lo acepta.
La igualdad a la que parece haber tenido acceso la mujer es la de la conquista sexual del otro. Si antes el hombre utilizaba sus ardides para aparearse y disfrutar de todas las mujeres posibles, ahora quizás, muchas mujeres, ─emancipadas ellas─, hacen lo mismo. No entiendo que, si son capaces de reclamar igualdad en todos los ámbitos, acepten la situación vejatoria de que sean ellas las que tienen que ponerse en la molestia y el peligro de abortar.
La sexualidad para todos los seres vivos, incluido el hombre, tiene como finalidad primaria la procreación y aunque se hayan popularizado los más variados métodos anticonceptivos para evitarla y gozar del placer sin responsabilidades, no hay duda de que la fuerza generadora de nuevas vidas sigue actuando. Lo grave es que se piense en el aborto como un método anticonceptivo más, matando al concebido mientras se desarrolla y crece.
Las dos personas que se unieron, aunque fuera solo para el placer de utilizarse el uno al otro como juguete, si generan una nueva vida, deben de ser ambos responsables de ella.
La mayor injusticia es la muerte de un inocente, que ha sido llamado a la existencia por la acción de dos personas, que deben responder de sus actos, pero también me parece injusto que sea la mujer la que cargue con toda la responsabilidad, mientras que el varón queda exento de todo.
Esta situación es la que habría que cambiar radicalmente, ya que es la más odiosa manifestación del machismo tolerado por las mujeres.
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