Para Lipovetsky, el curso de la historia de la vida moral se divide en dos faces: la primera se caracteriza por basarse en morales de tipo religioso; la segunda, que en general busca la secularización, se desarrolla a su vez en dos oleadas. La primera oleada, propiamente moderna, pretende elaborar una moral que no se base en dogmas religiosos, revelaciones divinas, o en la idea de futuras recompensas y castigos.
Para Lipovetsky, pese a que la primera oleada logra encaminar a la ética en la vía de la secularización, aun toma de la moral religiosa algunos de sus conceptos básicos como el de deber absoluto que es una adaptación de la idea religiosa de deuda eterna, por lo cual este autor llama a la moral de dicho período: religión del deber laico.
La segunda ola de secularización, que se inicia aproximadamente en 1950, pone en marcha una nueva lógica del proceso secularizador de la ética según la cual ya no solo se debe hacer de la ética una esfera independiente de la religión, sino, disolver todas las formas de tipo religioso que persistan en ella y en especial la noción de deber.
Así, no puede resultar sorprendente, para este autor, que la sociedad contemporánea no exalte ordenes superiores, desvalorice la idea de la abnegación, estimule los deseos inmediatos, la pasión y el ego, la felicidad intimista y materialista, y, sin embargo, se pueda hablar de una revitalización de la perspectiva ética en la sociedad posmoralista y de hondos debates teóricos con respecto a la ética. Por ejemplo, respecto al modo de regular el Estado individualista, Lipovetsky señala: “por un lado, una lógica ligera y dialogada, liberal y pragmática referida a la construcción graduada de los límites, que define umbrales, integra criterios múltiples, instituye y derogaciones y excepciones. Por otro, disposiciones maniqueas, lógicas estrictamente binarias, argumentaciones más doctrinarias que realistas, mas preocupadas por las muestras de rigorismo que por los progresos humanistas, por la represión que por la prevención”; lógicas que se enfrentan y en su enfrentamiento configuran el rostro de la ética en la era del posdeber.
En esta era, las normas se establecen y son en sí mismas de carácter individual. La pregunta ética es entonces ¿cómo guiar las acciones a sabiendas de que esa guía solo puede partir del individuo? La respuesta parece obvia: “con el individualismo”. Este, sin embargo, no es individualismo y ya, sino que se adjetiva como responsable o irresponsable. El primero mira a las consecuencias de la acción como uno de los criterios para su resolución mientras que el segundo encuentra en el beneficio inmediato su criterio de acción.
Para Lipovetsky el futuro del Estado individualista está determinado, en gran medida, por cual sea el tipo de individualismo que domine en la era posmoralista; para él, el individualismo responsable tendería a generar una ética de la responsabilidad que, en oposición a una moral de la convicción, sería la forma como el siglo XXI puede, de alguna manera, llegar a ser ético.
Jesús Villa
motordepensamiento.blogspot.com/
Página de investigación y creación literaria.
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