sábado, 8 de junio de 2013

Por una reforma financiera ética y solidaria

El papa Francisco ha hablado recientemente ante un grupo de Embajadores y a los Miembros de la Fundación "Centesimus Annus" y ha pedido a los responsables políticos que tengan valor para afrontar una reforma financiera ética, remarcando que la solidaridad no es una limosna social, sino un valor social.
Hay muchos avances, es cierto, que contribuyen al auténtico bienestar de la humanidad. Pero también hay que reconocer que la mayoría de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo siguen viviendo en precariedad cotidiana, con consecuencias funestas. Algunas patologías aumentan, el miedo y la desesperación se apoderan de los corazones de muchos; la alegría de vivir va disminuyendo, la corrupción y la violencia aumentan, la pobreza se vuelve cada vez más impactante. Luchamos mucho por vivir y, a menudo, acabamos viviendo sin dignidad.
La crisis mundial que afecta a las finanzas y la economía pone de relieve sus deformidades, y, sobre todo, la grave falta de una orientación antropológica, y así la persona humana queda reducida a una sola de sus necesidades: el consumo. Y peor aún, el ser humano es considerado hoy como un bien que se puede utilizar y tirar. En este contexto, la solidaridad, el tesoro de los pobres, se considera a menudo contraproducente, contraria a la racionalidad financiera y económica. Mientras que los ingresos de una minoría crecen de manera exponencial, los de la mayoría van disminuyendo. Este desequilibrio proviene de ideologías que promueven la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera, negando de esta manera el derecho de control de los estados, a pesar de estar encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone de forma unilateral y sin remedio posible, sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y el crédito alejan a los países de su economía real y a los ciudadanos de su poder adquisitivo objetivo. A todo esto se añade una corrupción tentacular y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. Y el paro galopante priva del derecho al trabajo y de la dignidad de ganarse el pan.
Tras esta actitud se encuentra el rechazo de la ética, el rechazo de Dios. La ética molesta, se la considera contraproducente, demasiado humana, porque relativiza el dinero y el poder; es vista como una amenaza, porque rechaza la manipulación y el sometimiento de la persona. Y es que la ética lleva a Dios, que está fuera de las categorías del mercado. Dios es considerado por muchos financieros, economistas y políticos, como no manejable, incluso peligroso, ya que llama al hombre a su plena realización y a la superación de todo tipo de esclavitud. La ética permite crear un equilibrio y un orden social más humano, "hay que dar de nuevo su merecida ciudadanía social a la solidaridad" ha dicho el Papa. Y cita a S. Juan Crisóstomo: "No compartir con los pobres los propios bienes es robar y quitar la vida. No son nuestros los bienes que poseemos, sino suyos" (Homilía sobre Lázaro 1,6). Sería conveniente realizar una reforma financiera que fuera ética y, a su vez, que comportara una reforma económica saludable para todos. Y recordó que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promoverlos.Solidaridad desinteresada y retorno a la ética en la realidad económica y financiera. La Iglesia anima a los gobernantes a estar verdaderamente al servicio del bien común de sus pueblos. Son lecciones de convivencia y de fe vivida en la realidad social, que tanto preocupa.
+ Joan E. Vives
Arzobispo de Urgell

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